Bueno, la cosa es así. No uno, ni dos, ni tres, sino como media docena de “guías” locales nos mandan a cualquiera, cada uno en su momento y en lugar, bien alejado del otro. Si lo paso al criollo, los changos, sin querer o queriendo, nos embarraron la cancha de las indicaciones del gps de carne y hueso, y nos desviaron tantas cuadras como para que las ampollas de los pies y talones se aventuren a pedir las banditas antes del mediotiempo. Digamos, cosas del oficio.
Lo bueno de habernos perdido sin querer queriendo tantas veces en el trayecto al fanfestival de Doha fue que el último tramo lo hicimos en un bondi tan fresquito como achilata recién servida. Los primeros en subirnos al bus no fuimos nosotros, sino un six pack de mexicanos adornados con todo el piripipí de su seleccionado, sumado el famoso gorro mariachi.
Ya dentro de la unidad, se complementaron y amicharon en el acto con otros coterráneos. El bondi era una extensión de su país, con representantes de varias provincias de la tierra del taco.
Entre la marea verde apenas se distinguía una camiseta verde un tanto más clara, era de Palmeiras. “Brasil, Brasil”, decía el amigo entrado en años. Cosas del destino, como para ponerle pimienta al viaje hasta la zona del Fanfestival, al touque se suben dos argentinos. “Ese es nuestro clásico”, ríen ante la mirada de los rivales en este mundial: los mexicanos.
“Acá puede ser en el único lugar donde les ganemos”, apura el encuentro por los puntos otro hincha del “tri” contando la cantidad de puños de sus colegas. Era broma, aclaro.
La cualidad más maravillosa que ofrecen los mundiales es la camaradería. Se escapa por las alcantarillas y eso hace que estando fuera de la película uno quiera meterse y compartirlo. Porque había dos argentinos, pero nosotros también somos argentinos… y queríamos cargar también.
La cosa siguió con otro mensaje de los hinchas del team de “Tata” Martino: “su esperanza es llegar al último partido, a la final y ganarla; la nuestra es poder ganarles a ustedes”, posterior a ese ese baño de realidad, la sonrisa de la aceptación deja picando un retruco lógico: “bueno, seguro se quedan con las ganas hasta de eso, pero confíamos que serán segundos del grupo”.
- Ojalá, wey, ojalá.
- Ojalá que nosotros lleguemos a la final y la ganemos.
- Ojalá.